Desde el lanzamiento de Gladiador, en las últimas dos décadas, Ridley Scott ha lanzado una película tras otra llegando a tener dos producciones lanzadas en el mismo año. Una de ellas fue Todo el dinero del mundo, donde se vio obligado a reemplazar a Kevin Spacey por Christopher Plummer casi un mes antes del estreno - y lo hizo todo en poco más de una semana. Incluso con tantos logros en este contexto, todavía impresiona cuando afirma haber hecho una película a la escala de Gladiador 2 en tan solo 51 días (sin contar la paralización por la huelga de guionistas y actores). Durante la sesión, fue imposible no recordar a Aaron Burr, en Hamilton, cuando cuestiona el trabajo de Alexander por escribir como si se le acabara el tiempo. A los 86 años, Ridley Scott ha adoptado completamente ese pensamiento.
Y lo que podría haber sido un camino fácil, al simplemente continuar la historia del general que desafió al emperador, Scott crea una nueva dinámica, mucho más cercana a su cine actual que al mensaje estoico de Maximus (Russell Crowe). El general que lo perdió todo, se convirtió en esclavo y luego en gladiador; el hombre que finalmente aceptó la misión dada por Marcus Aurelius (Richard Harris) de derrocar esa Roma pervertida - representada por Commodus (Joaquin Phoenix) -, para entregarla a una nueva República, gobernada por el Senado, incluso si eso le costaba la vida. Con Gladiador 2, Ridley Scott vuelve a los comentarios sarcásticos sobre corporaciones e imperios - como se vio en Casa Gucci, El Último Duelo y Napoleón. Todo esto para mostrar el enfrentamiento entre los conceptos de poder e ideal, venganza y deber, y lealtad y rebelión de sus nuevos personajes insertados en la tragedia de esta Nueva Roma.
A diferencia de simplemente repetir los arquetipos de la primera película, Scott divide en Lucius (Paul Mescal) y Acacius (Pedro Pascal) las virtudes y dilemas de Maximus. El primero es afectado por la implacabilidad del Imperio Romano, por el cual alberga el rencor mostrado en los encuentros con Lucilla (Connie Nielsen), la hermana del ex-emperador. A diferencia del gladiador del pasado, el héroe de ahora ve al imperio como algo podrido, que sobrevive por sus actos de represión y leyendas como la loba que crió a Rómulo y Remo. ¿Por qué debería luchar por quienes le quitaron todo? Por otro lado, Acacius, es un general y comandante, que se frustra al luchar por una sociedad que solo piensa en la conquista y no en quién la mueve. El conflicto interno de Maximus se materializa, cuando Scott pone a Lucius y Acacius en ruta de colisión, asumiendo el drama novelesco con Lucila en el centro de la historia.
El drama palaciego y las intrigas no son nada sutiles en Gladiador 2, y Ridley Scott no podría haber elegido mejor al gran representante de este pilar de la historia: el Macrinus de Denzel Washington. Como un reflejo de su propio papel, Denzel va devorando la película poco a poco, escena tras escena, así como el villano articula con la política despreparada y mezquina de la Roma construida por Scott. Nunca cómodo en las túnicas y telas que viste, Macrinus vive por el ahora y no por el eco en la eternidad, del lema de Maximus. Es como ver al Alonzo, de Día de Entrenamiento, vistiendo la fantasía dorada romana, esquivando y jugando como parte de un sistema político y sin escrúpulos.
Nada es sagrado en este Imperio, ni siquiera el realismo histórico. Si la primera Gladiador era el retorno a los épicos y sus fanáticos buscaban en los fundamentos la reproducción de cada milímetro de aquella Roma digital, la secuela trae al director abrazado a lo fantástico, lo colorido y lo exagerado para dar vida a una sociedad en ebullición. Los dos nuevos emperadores, Geta y Caracalla (los excelentes Joseph Quinn y Fred Hechinger) son la hipérbole de la mueca que Joaquin Phoenix como Commodus. El símbolo con el pulgar gana una interpretación mucho más exagerada y teatral en la mano de Quinn. Las luchas en el Coliseo dejaron de ser de faldas y espadas, y generaron enfrentamientos con rinocerontes, tiburones en una guerra campal. Es fantástico ver que Gladiador 2 siempre busca extrapolar las situaciones de la primera, cuando podría haber sido simplemente una copia o un soft reboot.
Cuando Scott se acerca a esa nostalgia barata, Gladiador 2 falla. La relación de Lucius y su esposa - que a diferencia de la mujer de Maximus, no muere como ama de casa esperando que su marido regrese de la guerra - no tiene la fuerza necesaria para el drama que llevará a Paul Mescal a luchar en el Coliseo. Esa fuerza debería venir de su relación con Lucilla, pero - debido al texto débil - exige demasiado de una Connie Nielsen que no parece cómoda en el papel. Ambas mujeres en la vida de Lucius se utilizan con el mismo artilugio en la historia, lo que afecta incluso las decisiones que él toma, tanto con el Imperio como con Acacius, de Pedro Pascal.
Al final de Gladiador 2, es difícil saber si los fanáticos del original realmente disfrutarán de esta nueva incursión de Ridley Scott en la Antigua Roma. Todo lo que más amaron allí, el mensaje edificante de Maximus, el honor, la sobriedad, se mencionan, pero no son el mayor interés del director. El cine de Scott ya no es ese. El director está lejos del lado serio de Cruzada o Robin Hood. Gladiador 2 es pop - ¡tiene crossfit! -, es irreverente, crítico, fantástico y acelerado. Es una película que no tiene tiempo que perder con libros de historia, nostalgia o promesas de resonar por la eternidad. Esa batalla Scott ya la conquistó, y al igual que sus gladiadores, ahora disfruta de la libertad que tiene.
Año: 2024
País / Nación: Estados Unidos
Dirección: Ridley Scott
Elenco: Pedro Pascal, Joseph Quinn, Connie Nielsen, Paul Mescal, Denzel Washington