La combinación entre Netflix y Ryan Murphy no es nada sorprendente. Dos de los nombres más importantes del entretenimiento actual, esta asociación transforma las historias tradicionalmente contadas por el guionista, director y productor, que normalmente ama los casos reales con aires de tragedia, y las adapta a un formato maratonico y súper bien producido desde el streaming.
Fue así con títulos como Hollywood, Halston, Ratched y el mayor éxito de todos, la antología de crímenes reales, Monster. La primera temporada, centrada en Jeffrey Dahmer, el caníbal interpretado por Evan Peters, se convirtió en una de las series más populares y premiadas del servicio. La segunda temporada llega para contar la historia de los Hermanos Menéndez, responsables del asesinato de sus propios padres, y dueños de un viaje lleno de controversias, perfecto para una trama entre familias excéntricas y poderosas.
A diferencia de su predecesora, la nueva temporada de Monsters atenúa la fotografía oscura, los pasillos sucios y oscuros por los que Dahmer llevaba a sus víctimas, y aporta un poco del ambiente soleado que permite Los Ángeles. Si Evan Peters utilizó este escenario para crear una versión del asesino en serie tan aterradora como la real, Murphy opta por no intervenir en el entorno y presenta poco a poco las capas que hacen que este segundo año sea digno del título de "Monstruos".
En los primeros episodios, Erik (Cooper Koch) y Lyle (Nicholas Alexander Chávez) son retratados simplemente como los niños mimados que matan a sus padres por razones turbias. No se aclara nada y, en consecuencia, se crea poco interés en la relación con sus padres o incluso en los motivos del crimen en sí. Lo que mantiene unido el primer arco de la serie es la magnética actuación del dúo protagonista, que pese a compartir momentos con un gigante como Javier Bardem, logran estar a la altura de su papel como protagonistas. Ambos son similares, pero tienen diferentes maneras de mostrar las inseguridades; Erik es agresivo, Lyle es modesto, pero eso no significa que el guión olvide su aura monstruosa.
El cálido comienzo da paso a un núcleo que hace de la serie todo lo que una telenovela de Ryan Murphy tiene para ofrecer: actuaciones explosivas, diálogos caricaturescos e impactantes y, como siempre, experimentos narrativos que vislumbran una implicación aún mayor por parte del espectador. En este caso, el momento especial proviene del episodio 5, "Nickname", grabado en una sola toma, sin moverse nunca de la misma posición, contribuyendo a una excelente (y probablemente premiada) interpretación de Cooper Koch. En este segundo acto de la serie, el reparto se vuelve aún más variado con la gran incorporación de Nathan Lane y Ari Graynor, y da dinamismo a las nuevas narrativas, haciendo de Monsters una serie que va más allá de la brutalidad de los asesinatos.
Tanto el final como los momentos más impactantes de la temporada llevan el sello de sensacionalismo de Ryan Murphy. El autor no escatima en palabras fuertes, en el grafismo de los asesinatos ni en la exageración de sus decorados, vestuario y maquillaje. Monsters es, sí, atractiva, pero lo hace de forma descarada y con instrumentos narrativos que difícilmente dejan de enganchar a cualquier tipo de espectador. Y esto no ocurre sólo por el morbo que conlleva el true crime como género, sino por las excelentes interpretaciones y el dinamismo que aporta a la serie el montaje y división de narrativas.