Joker de Todd Phillips fue un caso atípico en el cine en 2019, un momento en el que el género de superhéroes alcanzó su punto máximo en taquilla. En medio de megaeventos, como Justice League y Avengers: Endgame, la película de Warner decidió contar una nueva historia sobre el mayor villano de Batman, sin incluir al héroe ni siquiera grandes nombres de la mitología creada por Bob Kane y Bill Finge de DC cómics. Phillips se inspiró en Alan Moore para darle vida a Arthur Fleck, un comediante fracasado que se convierte en símbolo de resistencia y caos cuando asesina a un presentador de televisión nacional. La libertad creativa otorgada al cineasta fue premiada en el Festival de Cine de Venecia y en los Oscar, además del aval de taquilla de más de mil millones de dólares.
La secuela no hace concesiones a este escenario creativo de la película anterior. Phillips, de hecho, redobla su esfuerzo por subvertir el género de superhéroes, una subversión que, según él, se ha convertido en la única forma plausible de hacer una nueva película del Joker. La diferencia es que si en el primero existía la seguridad de lo "realista y oscuro", el aspecto musical convierte a Joker: Folie à Deux en un auténtico ejercicio de transgresión de género, dado lo que se ha convertido el cine de cómic: la repetición de fórmulas y la autoafirmación de su temprana nostalgia.
En la historia, que se desarrolla poco después de los acontecimientos de la primera película, se sigue el juicio de Fleck por los asesinatos cometidos, al mismo tiempo que se presenta el romance entre Joker y Harley Quinn. Ella, interpretada por Lady Gaga, sirve como punto de referencia del fenómeno en el que se ha convertido el Joker, ya que es fan del villano, y también como catalizadora de los delirios que a veces se convierten en números coreografiados y otras en simples canciones del mismo cantante. Al igual que en la película anterior, los sistemas judicial, policial y penitenciario de Gotham son el contrapunto a todas y cada una de las calamidades cometidas por Fleck/Joker.
Gran parte de la carrera de Philips se ha basado en emular a grandes cineastas y aportar su firma dentro de una nueva historia: Scorsese es la base de Joker, pero tanto Oliver Stone como Brian de Palma fueron inspiraciones para obras como War Dogs. Y si en todos estos guiones profundiza en la psicología del hombre transgresor, Folie à Deux la lleva a un nivel más fantástico, ya que utiliza la música para materializar cualquier sentimiento que el protagonista se ve incapaz de procesar. En origen, Fleck utiliza al Joker como salida para frustraciones y deseos artísticos. En la secuela, Phillips es quien utiliza el payaso para ejercer lo que cree que es la mejor manera de expresar los mismos temas que en la primera película.
En este aspecto, Joker: Folie à Deux poco o casi nada aporta a lo comentado antes, por mucho que le dedique sus casi 140 minutos. El guión de Phillips y Scott Silver cree que la banda sonora elegida, combinada con los números musicales que transportan al espectador a la mente inestable del protagonista, son suficientes para justificar toda una historia. En términos estéticos es difícil estar en desacuerdo. Geniales en el escenario, Gaga y Phoenix internalizan la locura y la confusión de los personajes, sin importar cuán menos atractiva sea la trama en sí. Pero aunque existe el tradicional final impactante de las películas de este director, hay poco que lo respalde, ya que la idea del musical se superpone con la historia que se cuenta, ya que la repetición de temas hace de Joker: Folie à Deux, en definitiva, un película con una idea atractiva, pero sin un recorrido para ejecutarla.
La novela, aunque no funciona en las capas que sugiere, sigue la regla de la subversión del género (o de la mitología de DC), ya que aquí manda Harley Quinn, un escenario plausible dada la construcción de Fleck como este hombre castrado por la presencia de mujeres que controlan indirectamente tu vida, ya sea tu madre, tu abogada, tu vecina o tu pareja. La diferencia aquí es que, al igual que su madre, Harley Quinn manipula al Joker vendiéndole sueños que entran en conflicto con lo que él quiere. Y en este choque dentro de la cabeza del villano, está el aliento de la secuela, mientras las dos mitades del Joker luchan entre sí en números musicales, que delinean sus diferencias mientras abren espacio para que Phoenix demuestre por qué es uno de los mejores actores de su generación: desde el canto hasta el claqué, desde los estallidos de furia hasta los chistes aburridos, permanece magnéticamente en la piel confusa de Fleck.
Ante esto, el guion comienza a trazar tramas paralelas que poco aportan al conflicto principal del personaje. Los guardias, abogados y jueces ganan un espacio que sólo ocupa el gran Brendan Gleeson, pero que no se diferencia de los personajes secundarios que rodearon a Fleck en la primera película y le sacaron algo de humanidad a partir de las reacciones que siguieron a la humillación. Harley Quinn de Gaga es un espectáculo musical innegable; Phillips utiliza el conocido poder del artista siempre que puede. Por otro lado, tanto el arco del personaje como su influencia en la trayectoria del Joker son tan superficiales como la historia de la película en su conjunto. Y no es que haya poco espacio para que Gaga brille: los números aprovechan todo lo que pueden de la cantante, pero muy poco de la actriz.
Joker 2 podría funcionar como un ejercicio creativo para Todd Phillips y Joaquin Phoenix, un dúo que solo regresaría para una secuela si tuvieran una “excelente idea que genere miedo” . De hecho, la idea de poner a una de las parejas más complicadas de la cultura pop en un musical para cine de masas es transgresora y atrevida, pero, al mismo tiempo, demuestra que no sólo un concepto loable puede sostener un recorrido.
Contenido también publicado por Chippu , una app comunitaria y de entretenimiento especializada en streaming de Omelete Company. Descarga la aplicación para Android aquí y para iOS aquí .