Escena queer (Reproducción)

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Crítica

Daniel Craig salva a Queer, la nueva película de Luca Guadagnino, de ser un viaje vacío

Historia de abstinencia y pasión adaptada de William S. Burroughs pierde foco al crear más que la obra original

19.09.2024, a las 12H07.

Es casi imposible no comparar directamente a Queer con la otra película de Luca Guadagnino este año: Desafiantes. Las dos no podrían ser obras más diferentes desde el punto de vista técnico; sin embargo, en el centro de ambas historias se encuentran los temas comunes del director: la pasión y el deseo. Mientras que, en la película protagonizada por Zendaya, utiliza estos temas como detonantes de la tensión y de un juego del gato y el ratón entre el trío protagonista, en Queer está más interesado en contar una historia de no reciprocidad.

En la trama basada en el libro homónimo de William S. Burroughs, uno de los grandes nombres de la generación beat, en la que también estuvieron Jack Kerouac y Allen Ginsberg, seguimos a Lee (Daniel Craig), un alter-ego del autor que vive como expatriado en la Ciudad de México. Allí conoce, se enamora y comienza a perseguir al joven Allerton (Drew Starkey), un ex oficial naval. La obsesión se convierte en el combustible de la vida de Lee, adicto a la heroína y en busca del yagé -o Ayahuasca-, una droga procedente del Amazonas.

En su primera parte, Queer se ancla en la excelente interpretación de Daniel Craig y nos hace seguir el día a día del personaje que parece perdido allí. Su vida diaria consiste en caminar por las calles de la ciudad, vigilar a posibles parejas o amantes y emborracharse en el bar junto a su amigo Joe (un casi irreconocible Jason Schwartzman). Guadagnino no es nada sutil en la forma en que presenta a Lee y su relación con la comunidad queer y la sociedad de posguerra: las miradas de reojo y el desprecio de algunos, aparentemente, no hacen cambiar la postura del protagonista. El director, sin embargo, no oculta que su vida y la de sus compañeros son, en el fondo, más solitarias de lo que pueden admitir, lo que subraya el momento en el que Lee cruza los ojos con Allerton y se encuentra en una pasión obsesiva por el joven, que interpreta con los sentimientos del escritor, sin mostrarse nunca plenamente implicado en la relación.

Este baile entre ambos, combinado con la gran cinematografía (al menos en esta primera parte) de Sayombhu Mukdeeprom, muestra la película en su máxima expresión. Guadagnino es un maestro en filmar el deseo y la tensión entre sus personajes. Casi como una versión adulta de la pasión en Call Me By Your Name, el director no quita la cámara de ninguno de los momentos íntimos entre Craig y Starkey, creando escenas impactantes, especialmente para el veterano. Craig se desprende de cualquier imagen del galán de James Bond de los últimos años, para dar paso al personaje sumiso desesperado por esos momentos de placer con su amante.

La distancia que Allerton impone a la relación, sin embargo, sitúa al escritor en la búsqueda del yagé y su aparente poder de telepatía, que -como nos recuerda constantemente Lee- se utiliza en experimentos militares. Incapaz de expresar sus sentimientos por su amada, la Ayahuasca se convierte en una herramienta fundamental para que Lee comprenda lo que pasa por la mente de Allerton y, al mismo tiempo, pueda expresar mejor sus propios pensamientos. En un mundo de opresión y persecución de las ideas llamadas "transgresivas", la búsqueda del personaje de Craig -y de la historia personal de Burroughs- mezcla la historia de la pasión con las ansiedades de la vida cotidiana.

Sin embargo, desde el momento en que Lee y Allerton van en busca del yagé, en un viaje desde México a la selva amazónica, Guadagnino pierde el foco para abrazar la locura de la adicción y la abstinencia de heroína. Las situaciones entre ambos se vuelven agotadoras, también debido a la duración de la película, de más de dos horas. El gran personaje de Craig se vuelve irritante y repetitivo, sin nada más que añadir a su viaje, salvo una versión peor de lo que se había mostrado anteriormente.

Guadagnino pierde así la sensación de inmersión, algo tan importante en sus películas, colocando al espectador en el viaje en medio de una Amazonía que más bien parece el fondo de cualquier patio trasero. Encuadres cerrados, vegetación pobre y falta de inspiración, que deberían recordar a las películas de aventuras de los años 40 y 50, pero que acaban pareciéndose más a una falta de presupuesto que a una decisión artística.

Durante el estreno de la película en el Festival de Cine de Toronto, Guadagnino declaró que él y Justin Kuritzkes, guionista de la película y Enfrentados, ampliaron el trabajo de Burroughs, y se nota. El problema es que todo lo que hicieron los dos para continuar la historia de Lee y Allerton no tiene la misma inspiración ni la misma fuerza narrativa que la parte adaptada de la obra original. Y, si a la película aún le queda algo de respiro para que el espectador llegue al final preocupándose por la historia de los dos personajes, ello se debe -en gran medida- al trabajo de Daniel Craig y Drew Starkey.

Queer acaba siendo una experiencia incompleta, una media historia con propósito, emoción y reflexión sobre el día a día de los homosexuales expatriados de la trama, con un Daniel Craig digno de aparecer en todas las grandes listas del año y premios. La segunda parte es Guadagnino intentando replicar elementos que ya ha planteado en otras obras -y, por mucho que lo niegue, es imposible no pensar que ya hemos visto esto o aquello en Suspiria. Y, esencialmente: hemos visto mejores.

Queer termina con una nota melancólica, con un impactante símbolo de la búsqueda del amor, el compañerismo y el afecto. Estos temas y sentimientos se diluyen en la historia a lo largo de los 135 minutos que dura la película y se pierden en el camino, entre los viajes de las drogas y la abstinencia, que Guadagnino considera los más importantes.

Nota del Crítico
Regular