Tú, querido lector, seguramente ya te sabes de memoria la letra de "Flowers". El más reciente éxito de Miley Cyrus, single principal y pista de apertura del álbum Endless Summer Vacation, se ha revelado imposible de evitar en los últimos dos meses con su enérgico mensaje de amor propio y autosuficiencia, su contagioso bajo y su sutil pero brillante arreglo de cuerdas, responsable de darle un toque especial al estribillo, imprescindible para cualquier producción pop. Sin embargo, lo que descubre el oyente atento al reproducir el Endless Summer Vacation de principio a fin es que "Flowers" es en realidad un engaño, en el mejor sentido posible.
Aún más interesante: fue solo en "Wildcard", décima y antepenúltima canción del álbum, que el engaño de Miley y su equipo de colaboradores quedó claro para mí. La pista, potenciada por la batería temperamental del productor Kid Harpoon, incluyendo un brillante cambio de percusión cerca del primer estribillo, rescata varias de las imágenes construidas por "Flowers" solo para desmontarlas. Un ejemplo sencillo: en el sencillo, Miley canta que va a “pintarse las uñas de rojo cereza/ para combinar con las rosas que dejaste”; en "Wildcard", se describe llegando a casa con “los labios sucios de rojo/ almohadas esparcidas por el suelo, y las flores muertas”.
Cantada con una furia que se opone y complementa, al mismo tiempo, a la suprema seguridad que la cantante muestra en las vocales de "Flowers", "Wildcard" desnuda como ninguna otra pista en el Endless Summer Vacation la dualidad de la fase vivida por la cantante y traducida en música por ella. No es de extrañar que Miley divida su álbum entre AM y PM, después de todo: el ciclo aquí comienza en la autoafirmación terapéutica de quien se despierta mirándose al espejo y convenciéndose a sí misma de enfrentar el día, y termina en la compleja y dolorosa admisión de soledad que caracteriza el resabio de una noche de juerga.
La inteligencia del disco radica en disfrazar este desconcertante recorrido con capas de sofisticación pop suficientes para que el oyente se sienta seducido, rodeado de un universo sonoro irresistible. En la primera mitad del Endless Summer Vacation, esto se logra a través de las guitarras con eco de "Jaded", una balada rock de los años 2000 que no desentonaría en la discografía reciente de Bon Jovi; en la melodía y percusión envolventes de "Rose Colored Lenses", que haría envidiar a los New Radicals —especialmente por la audacia de incluir un saxofón distorsionado en los momentos finales de la canción—; en la genial mezcla de country y synthpop de "A Thousand Miles", complementada por la perfecta armonía entre Miley y Brandi Carlile, además del final que combina armónicas con sonidos sintetizados de la cuíca (¡en serio!).
Acércate a la parte PM del disco, y las referencias cambian: "You" abusa de las convenciones de la balada soul al piano, pero tiene ideas melódicas deliciosas (la cadencia del penúltimo verso del estribillo, entonado con un aliento ejemplar por Miley, es la mejor del disco); "Handstand" es un poema ligeramente musicalizado que, con la ayuda de letras del cineasta Harmony Korine (director de Spring Breakers), demuestra que el Endless Summer Vacation encaja tan bien en Miami como en Los Ángeles; y el muro de sintetizadores de "Violet Chemistry" recuerda al Pet Shop Boys, pero la canción también aprovecha la familiaridad de la cantante con el hip hop para aplicar un giro rítmico audazmente repentino antes del último estribillo.
El resultado es que, cuando "Wildcard" llega para romper la fachada construida por Miley, estamos tan involucrados en la ilusión que ni siquiera lo notamos; y la estrella pop aún encuentra tiempo para el refinamiento cruel que es "Island", una balada tropicalizada en la que destila la idea conflictiva de individualidad que marca el Endless Summer Vacation. “Estoy en una isla, bailando al sol/ Tan cerca del paraíso, pero tan lejos de todos”, canta ella al principio, sobre un arpa que solo realza el ambiente onírico e irreal de la canción. Es el sueño febril y ambiguo que cierra el día de emociones caleidoscópicas en el que se estructura el disco.
En el especial Backyard Sessions, lanzado en Disney+ junto con el álbum, Cyrus comentó sobre la génesis de la canción: “La idea es que todos siguen siendo un poco extraños para mí, pero yo no soy una extraña para nadie. He sido capaz de crear estos lugares en los que me siento segura, pero comencé a contemplar la vida que tengo: ¿es un paraíso o una isla de soledad?”. La contradicción central de Endless Summer Vacation, finalmente, es que Miley enfrenta de frente la sobreexposición de la estrella pop (y no solo la moderna, la mezcla de la persona pública con la artística siempre ha sido prerrogativa del arte pop) al mismo tiempo que la perpetúa, utilizando y abusando de las herramientas del propio sistema en el que se siente atrapada, irremediable y dolorosamente sola.
Puede parecer cruel, pero precisamente esta es la contradicción que ha alimentado la música pop desde que se ha entendido como formato artístico, y comprender la psicología detrás de nuestro consumo de estos productos es algo que dejo a los académicos. Lo importante es que, al insertarse en esta tradición con el álbum más cuidadosamente pensado y medido de su carrera, Miley Cyrus solo asegura su lugar en la historia de un género en el que siempre (hasta ahora) ha tenido que luchar para encajar.