Es difícil volver a escribir sobre El oso, la multipremiada ficción de FX y Hulu, creada por Christopher Storer, sin repetir elogios. Y su segunda temporada había dejado las expectativas en lo más alto para la nueva entrega, eso implica, claro, una evolución. A la mejor ficción del momento, uno siempre le va a exigir más y quizá eso no llegó de la forma que uno esperaba, pero igual se siente increíblemente bien volver a Chicago, volver a The Bear. A continuación, la crítica completa de la tercera temporada.
La última vez que vimos a este grupo de trabajadores gastronómicos y su círculo cercano, la presión fue altísima para todos, pero lograron abrir el restaurante mientras mejoraron sus técnicas, su trabajo en equipo y lograron dejar sus problemas personales a un lado para, finalmente, avanzar. Con el objetivo cumplido, todo terminó en caos (tapado por la inauguración) y eso se extiende a los nuevos episodios. Las ideas y vueltas de abrir un local de extrema calidad tiene sus riesgos y no solo económicos, también psicológicos y físicos. Y más cuando quien los dirige sigue sumando problemas sin resolver. Pero vamos por partes, todavía no es momento de centrarse en Carmy (otra gran temporada de Jeremy White Allen), el chef protagonista de la ficción que ganó 10 Emmy este año.
La serie retoma a pocas horas del final de la segunda entrega. Con el restaurante (The Beef pasó a ser The Bear) ya funcionando, mantener la calidad es el objetivo a cumplir por Carmy, quien empieza a trabajar en la lista de no negociables, algunos puntos para que el lugar compita entre los más altos estándares de la cocina internacional mientras procesa y reflexiona sobre su aparente ruptura con Claire. Estos puntos desatan otra gran batalla interna entre Syd (Ayo Edebiri), Ritchie (Ebon Moss-Bachrach), Natalie (Abby Elliott) y el tio Jimmy (Oliver Platt), inversor del proyecto, que se extenderá durante la primera parte de la temporada respetando el trabajo en dirección, fotografía y montaje que caracteriza a la ficción. ¿Algo repetitivo? Puede ser, aunque de una calidad hipnótica.
Hasta la primera mitad de la tercera entrega, los problemas se multiplican para la mayoría de los personajes y el tono de la serie, como sus elementos narrativos, no parecen encontrar una evolución, una mejora a lo que exhibió en la segunda entrega. Es más que valorable que mantenga el nivel, ya que se trata de la mejor ficción de la televisión actual, pero uno siempre exige más y en los nuevos episodios no hay nada verdaderamente nuevo en esa línea. Internamente, la temporada 3 hace lo mismo con sus personajess pero varios puntos arriba en la escala de hostilidad. Una lucha feroz para brindar una experiencia inolviable a los comensales a pesar de las ganancias mínimas es la regla. Los gastos generales son muy altos además de una reciente inauguración puede ser desgastante y hasta expulsivo para cualquier ser humano. Y allí es donde todo se empieza a complicar todavía más: está cerca la primera gran reseña del restaurante.
Esta exigencia que se le aplica a la serie también tiene que ver con la libertad creativa -marca de éxito- que se le ha dado a la ficción. FX Networks suele dar flexibilidad cuando la idea es buena (aplica para ficciones que van desde The Shield a Atlanta, pasando por The Americans y Reservation Dogs). Es una oportunidad de hacer la diferencia en tiempos donde todos los productos parecen iguales, serializados partiendo de los mismos moldes en la mayoría de las plataformas. Pero hay oportunidades y riesgos en igual medida a la hora de crear un producto de excelencia, sucede dentro de la diégesis de la historia como por fuera de ella a la hora de analizar a El oso. Y a veces esta libertad, o la ausencia de límites, le permite a sus guionistas y realizadores, expandir las texturas, mejorar la edición, buscar nuevas formas de mostrar la comida, de música que la acompañe, etc. Allí es donde el show es marcadamente diferente y superador, aunque la historia no evolucione.
En la segunda parte de la tercera entrega aparecen los mejores capítulos: el quinto llamado Children, Napkins, el sexto, y el octavo, Ice Chips. Dos de ellos, no tienen que ver con la evolución de la historia central. Napkins, por ejemplo, es la historia de Tina (Liza Colón-Zayas) antes de su llegada a The Bear y cómo transitó su dolor por haberse quedado sin trabajo. El otro es Ice Chips, un mano a mano entre Natalie y la temible Donna (Jamie Lee Curtis), un episodio emocionante como pocos en la serie, de una calidez que abraza. Por eso, cuando menciono cierto estancamiento en esta entrega, hablo de la historia troncal, no de la forma en la que el equipo técnico y creativo hace el mejor trabajo posible y se refleja en la experiencia de ver El oso y esos capítulos aislados.
De nuevo con los personajes, Carmy no encuentra descanso y se impone más objetivos mientras debe lidiar con los fantasmas de su pasado (en algo que él mismo se está convirtiendo), pero por elección. Prefiere eso a enfrentar su situación amorosa, un escenario que "le quita tiempo y le resta concentración", según sus palabras, una idea sembrada por su tio en la segunda temporada. Eso no solo le permitirá esconderse en la exigencia, sino también le dará una excusa para transformarse levemente en lo que tanto padeció.
En su entorno, las cosas no están mejor. La mayoría de los personajes cercanos a Carmy también deben enfrentar sus fantasmas (que conocimos mejor en la temporada anterior), pero además sumarán complicaciones respecto al escenario de los nuevos capítulos. Lo peor de todo es que Syd queda desolada al ver a su antiguo colaborador y hoy socio (aunque todavía no firmó el contrato) hacer modificaciones unilateralmente a los platos que trabajaron juntos. No es de extrañar que no pueda firmar un acuerdo con un hombre que no la trata como a una verdadera socia, sino que subestima cada una de sus opiniones. Encima llegará una oportunidad que la dejará con más dudas que certezas.
Todo esto suma a la confusión de que la historia no avanza. Esa sensación de que a veces la temporada no tiene un objetivo es parte de su propósito o de lo que quiere contar la serie. Incluso, en los restaurantes de mucho éxito internacional, la vida es eso que pasa mientras los que están ahí dentro lo sufren de una manera intensa. Siempre hay un problema que solucionar y Carmy quiere una estrella Michelin, eso lleva la exigencia a otros niveles de conflictividad. Pero cuando llegue, la sensación es que tampoco será feliz. La única salida que se presenta es dejar el rubro, como lo deja evidencia la serie en uno de los grandes personajes de la temporada 2 y 3.
El equipo de The Bear se ve obligado a enfrentar los problemas que taparon con la inauguración. Como en la temporada 1, la sensación de estancamiento es fiel a la realidad, frustrante de ver sí, pero Storer, el creador de la serie, lo pinta tan bello, lo hace sonar tan agradable, que quizá nos empieza a convencer que tener este tipo de problemas no está tan mal. O que es tolerable si va acompañado de otro tipo de condimentos. Por eso la temporada 3 de The Bear se siente dividida en dos: el mundo de los restaurantes en general (con chef reales que harán su participación) y una historia sobre un conjunto específico de personajes que tratan de sobrevivir no solo en el mundo gastronómico, sino en general.
Claro que El oso sabe con las cartas que juega y todo este tormento lo viste de una forma brillante. La expresión de las emociones, de las ideas a través de la comida y su preparación, sus tonos y gustos, sus formas, son tambien una manera de abordar la vida. La serie de FX aprovecha la conexión entre el gusto y la memoria, entro los olores y recuerdos para contar historias y reproducir emociones. También para superar heridas como las de Marcus (Lionel Boyce), que canaliza su dolor por la muerte de su madre en su repostería, en el detalle, en hacer algo diferente que suene a homenaje. Este programa se alimenta de los sentimientos (alegrías y dolores), y ahí vuelven a aparecer los capítulos antes mecionados (5, 6 y 8) como los mejores de esta temporada, por su sensibilidad. Como estos hay otros en la segunda entrega: Marcus de viaje para aprender nuevas técnicas, el de Syd probando diferentes platos o el del Primo, absorviendo los usos y costumbres de la alta cocina. Carmy, a diferencia del resto de los protagonistas, es el personaje que más evolucionó -o por lo menos lo intentó- a nivel gastronómico, pero el que menos a nivel personal. Por eso es el protagonista de la serie.
La temporada 3 termina sin ofrecer una idea clara sobre las historias de sus personajes, pero vaya que valió la pena transitar el camino. Es como una cena de diez pasos que quizá no te llena, pero sus sabores impactan en el paladar al descubrir todas esas mezclas y gustos. El oso es más que solo una serie de cocina, sigue ofreciendo un plus al igual que el restaurante: de noche es de un nivel de elite como en sus capítulos y momentos más complejos, pero de día sigue vendiendo sus aclamados sandwichs, esas escenas tan bien filmadas, esa edición con tanto ritmo que dio que hablar en los capítulos iniciales.
El oso tercera temporada por fin llega a toda América Latina a través de Disney+ este 17 de julio con sus 10 capítulos. A diferencia de sus dos primeras entregas, el estreno en la región no solo se da a pocos días de su llegada a Estados Unidos a través de Hulu (donde batió récords de audiendia para una serie original) sino que además es la primera vez que la ficción sobre Carmy, un prestigioso chef y sus compañeros, debuta en Disney+.