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Crítica

Deadpool y Wolverine es una fiesta que homenajea y se ríe de 25 años de Marvel

Por fin llega a los cines la tan esperada tercera entrega de la franquicia liderada por Ryan Reynolds

25.07.2024, a las 19H41.

Deadpool y Wolverine llega esta semana a los cines con una gran estrategia: reírse de sí mismo, de los fans (sobre todo de los que aspiran a ser detectives de secretos y referencias) y de Disney y Marvel de cuantas maneras se les ocurra. Es un film que busca complacer años y años de pendientes en el fandom de superhéroes, pero sin perder la esencia. Deadpool como franquicia es, en su tercera entrega, un producto de Ryan Reynolds con los límites de Kevin Feige. A continuación, la crítica sin spoilers de la tercera entrega de la franquicia. 

 

Los primeros 20 o 30 minutos son un descontrol, una secuencia de acción tras otra mezclada con chistes, algunos muy buenos y otros no tanto, pero el inicio de este viaje de dos horas es absolutamente adrenalínico. Aquí Shawn Levy (El proyecto Adam, 2022), director del film, prefiere mostrarle a los espectadores de qué se trata este personaje de arranque y por qué es tan importante, dentro y fuera de la pantalla, su encuentro con Wolverine. Ryan Reynolds y Hugh Jackman se unen para realizar esta película de grandes dimensiones quizá para cerrar una etapa y, ¿abrir una nueva? Lo dudo. Se siente más a despedida.  

Con pocas escenas para darle la excusa perfecta a este encuentro, Deadpool y Wolverine comienzan un viaje inesperado para salvar el mundo de Wade Wilson que está a punto de desaparecer porque su Logan murió en su film del mismo nombre de 2017. Tiene giros todo el tiempo (algunos predecibles) y fórmulas repetitivas (sigue siendo, en tono, lo mismo que vimos en sus dos films anteriores) pero cuando aciertan, las escenas que le dan sentido a esta franquicia todavía siguen sorprendiendo al público. En ese sentido, hay una marcada estrategia en redes y médios de liberar una buena cantidad de rumores para generar el escenario donde todo es esperable y ahí es donde Deadpool sabe jugar bien sus cartas.

Es una road movie en su objetivo, una parodia al cine de superhéroes (y todo lo que lo rodea, incluso al fan más tóxico y obsesivo), pero también es un film estríctamente de superhéroes -valga la redundancia- cuando decide incluir katanas, pistolas, peleas, garras, personajes, referencias y otras fijas del sub género. Lo hace muy bien ese mix porque no tiene miedo al ridículo. En esa lluvia de locuras y chistes groseros (ya no tanto como la primera porque ahora está bajo el ala de Disney), Deadpool brilla porque hace lo que quiere e incluye en el film a quien quiere. Por momentos puedes llegar a pensar "que estoy viendo" o "cómo aprobaron esto", pero ahí está y en el todo, funciona.

Me gusta pensar que Deadpool y Wolverine entra en la lista de las inolvidables (que no son muchas) como Avengers (2015), X-Men 2 (2003), Superman (1978), Batman: el caballero de la noche (2008), Hellboy (2004), Watchmen (2009), Capitán América: Soldado de invierno (2014), Iron Man (2008) y algunas más. Pero en esa lista también entra Deadpool, la del 2016. Porque en ese film, explotó lo que el fandom quería ver o lo que faltaba. Aquí triplicó la apuesta porque tenía doisponible todas las licencias de Disney, pero también sus fallos, olvidos y fracasos a disposición. Y claro, también lo trajo a Hugh Jackman a Disney. Y a Wolverine. Con su traje, con sus pendientes, con sus interminables versiones. Y ahí es donde el película gana. 

Es uno de los pocos eventos cinematográficos del año, sin duda. La apuesta grande de Marvel que le da tiempo para pensar y corregir lo que piensan hacer con su universo mientras Ryan Reynolds, Hugh Jackman y Shawn Levy se ríen de todos. Pero también un lindo homenaje a casi 25 años de Marvel en la pantalla grande (no se pierdan los títulos que son una joya). Insisto, es de las inolvidables. No sé si la mejor de... mucho menos la que va a salvar el subgénero, pero tiene momentos icónicos. Y una despedida para no perderse. Deadpool y Wolverine es para ver en cines.  

Nota del Crítico
Magnífico